Tus ojos, que me miran, y veo que respiras ternura,
no encuentro puerto donde hallarme más tranquilo,
reposado en tu pecho agitado, suave y cálido,
dulce como flores nacientes en el mes de mayo.
Tu cabello, proyectando sombras en tu cara,
dejando caer ondulaciones salvajes, bellas,
en tu cara que tanto me gusta, donde mis labios,
saborean el aroma místico de tu piel.
Tu sonrisa, ensueño de la felicidad plena,
madriguera que cobija juegos de cama y caricias,
mariposas que se removían en tu estomago entonces,
rociadas con la alegría de cañas y paseos de la mano.
Tus pechos, montañas en las que guarecerse,
donde encuentro el reposo del guerrero,
con tu respiración como estribillo de mi himno
que siempre vuelve a rescatarme, mujer de bandera.
Tus manos, pequeñas y bellas que me acarician,
la poesía más tierna que ha rozado mi cuerpo,
junto con tus besos, en los que nos buscábamos,
entregándote también los sonetos de fuego de mi boca.
Y así te pienso hoy, en esta mañana de lunes fría,
con un deseo ardiente de abrazar tu cuerpo y besar tu boca;
después de todo ambos deseamos esos momentos de felicidad,
después de todo, cruzamos la vida más allá de nuestros cuerpos.